Dolor de pies por llevar tacones y otras dolencias causadas por el calzado

¿SABÍAS QUÉ?
Por Equipo Farmalastic

Es bien sabido que llevar tacones de forma habitual no es nada recomendable para los pies ni la espalda, especialmente si son altos y estrechos.
Pero además de los tacones, también hay más zapatos que aprietan los dedos y otras zonas del pie y pueden dificultar nuestra movilidad, pudiendo causar importantes problemas podales a la larga (fascitis plantar, dedos en garra, en mazo o en martillo, callosidades, uña encarnada u onicocriptosis, etc.). En este artículo te contaremos las consecuencias de usar un calzado inadecuado y cuáles son los mejores zapatos para evitar dolencias podales.

Seguidamente, repasaremos uno a uno distintos tipos de calzados muy usados (algunos de ellos, aparentemente muy cómodos) y analizaremos qué consecuencias comportan para los pies y otras partes del cuerpo:

Zapatos de tacón

Si bien se trata de un zapato muy estético y extendido en ciertas profesiones femeninas (modelos, altas ejecutivas, azafatas, etc.) y en acontecimientos sociales (bodas, bautizos y cenas de empresa, por citar algunos), lo cierto es que muchas mujeres que los usan de forma habitual suelen tener molestias o incluso problemas podales más importantes. Así, es habitual el dolor de pies por tacones, la metatarsalgia o dolor en la parte delantera del pie, las callosidades, los juanetes  y el dolor de gemelos. El uso continuado de tacones también puede provocar osteoartritis, cansancio muscular, rotación interna de la tibia (debido al mantenimiento de una posición forzada para la pierna), efectos en la columna vertebral (como lumbalgia), acortamiento de la musculatura y esguinces de tobillo.

Este tipo de calzado eleva el talón y, como consecuencia, el peso del cuerpo no se reparte de forma uniforme por todo el pie, sino que se concentra en la parte delantera y sobrecarga los metatarsos y los dedos del pie, además de la musculatura de la parte posterior de la pierna. Cuanto más elevado sea el tacón, más se forzarán los huesos, articulaciones, músculos y tendones del pie, hecho que podrá acarrear molestias, dolor y el desarrollo de las dolencias podales citadas anteriormente.

Debemos tener en cuenta que la posición que adopta el pie cuando llevamos tacones (especialmente, si son muy altos y finos) es antinatural, de forma que lo mejor para no tener molestias es optar por otro tipo de calzado en el día a día y limitar los tacones para ocasiones especiales. En relación a cuál es la altura de tacón recomendada, lo ideal sería no superar los 2-3 cm y optar por una punta redondeada, no estrecha. En caso de que un día llevemos tacones muy altos (de 6 e incluso 10 cm), podremos intentar compensar la sobrecarga de la zona metatarsal con almohadillas plantares especiales para este tipo de calzado.

Almohadilla plantar

Zapatos planos

Y si los tacones de aguja no son nada adecuados, tampoco lo son los zapatos planos. Un buen calzado debe tener al menos una suela semidura de dos centímetros para amortiguar bien los impactos contra el suelo y los zapatos planos (como las manoletinas, ciertas sandalias o las chanclas) no cumplen con este requisito. Como resultado, el pie recibe los golpes contra el suelo de manera directa y, esto, a la larga puede causar fascitis plantar, dolor en los talones, tobillos y gemelos por sobrecarga de la musculatura, así como tendinitis del tendón de Aquiles y callosidades.

Zapatos sin sujeción en el talón

Además de una suela suficientemente gruesa para amortiguar los impactos contra el suelo, un buen calzado debe sujetar el pie correctamente, talón incluido. Los zapatos veraniegos (como algunas las sandalias o chanclas) dejan el talón al descubierto, de modo que esta parte del pie no está bien sujeta y, sin darnos cuenta, tendemos a arrugar y tensar los dedos para tener un mayor agarre en la parte delantera. Como consecuencia, los dedos se pueden deformar (dando lugar a los dedos en garra) y la presión que estos generan causa estrés al tobillo y al pie en general. Así, los zapatos sin una buena sujeción en el talón pueden provocar lesiones en los tobillos, en las rodillas y en las caderas, además de modificar la pisada (al tener menos agarre y estabilidad, los pasos se acortan y los talones impactan contra el suelo de forma irregular). Otra consecuencia de usar este tipo de zapatos en verano es que, debido a la exposición solar, pueden causar sequedad en el talón y favorecer la formación de grietas, lo que, a su vez, puede derivar en una infección por hongos.

Zapatos elaborados con materiales inadecuados

Unos zapatos elaborados con un material de mala calidad (goma o plástico) o inapropiados a la temperatura ambiental también comportarán que nuestro pie se resienta. Si el pie no transpira correctamente y hay un exceso de humedad dentro del zapato, podremos contraer infecciones como el pie de atleta y erupciones cutáneas como las ampollas. Estas afecciones pueden afectar tanto a los dedos y uñas de los pies, como a las plantas, de modo que pueden resultar bastante incómodos y dificultar la movilidad.

Consejos para no sufrir problemas podales a causa del calzado

Si no queremos tener problemas podales ni dolor de espalda por el calzado, es muy importante que a la hora de comprar zapatos nuevos nos fijemos en los siguientes aspectos:

  • suela: tal como hemos comentado anteriormente, debe ser semidura y de unos dos centímetros para que nos proteja de las irregularidades del pavimento, amortigüe los impactos contra el suelo y evita caídas sobre superficies resbaladizas
  • talón: la parte trasera del pie debe quedar siempre bien sujeta, en lugar de dejar el talón al descubierto. También es importante comprobar que el contrafuerte (pieza situada en el talón) sea rígido y no nos permita hacer desplazamientos laterales
  • anchura: los zapatos deben ser de hormas anchas y sujetar bien el pie, ya sea con un sistema de cordones, velcros o cremalleras, pero sin oprimirlo. Unos zapatos que hacen daño en los dedos (o en otras partes del pie) indican que no son los adecuados a nuestra talla, así que es importante comprobar que no sentimos molestias en ninguna zona del pie. En caso de tener que llevar plantillas u otros productos para aliviar alguna patología podal (fascitis plantar, metatarsalgia, etc.), los zapatos deberán ser suficientemente anchos para poder colocarlos con facilidad y caminar cómodamente
  • materiales: como los calcetines, el calzado que usemos deberá estar elaborado con materiales de calidad (hay que evitar la goma y el plástico) para permitir una correcta transpiración, especialmente en verano o en ambientes cálidos.

Dicho esto, debemos pensar que no a todo el mundo le van bien los mismos zapatos porque la morfología del pie y el arco plantar de cada uno son distintos, así que lo mejor será elegir los zapatos según el pie que tengamos y cerciorarnos de que podemos caminar con comodidad, sin sentir que el calzado nos oprime o nos roza en alguna zona. En función del tipo de uso que demos al calzado, también será más apropiado escoger uno u otro (por ejemplo, para exposiciones prolongadas de pie se recomienda usar zapatos cómodos, con una suela gruesa que amortigüe bien los impactos contra el suelo), así como el uso de plantillas para aliviar el cansancio que provoca estar muchas horas de pie.

En resumen, en este artículo te hemos explicad los problemas que provocan ciertos zapatos que usamos a menudo (especialmente, los zapatos de tacón) y en qué deberíamos fijarnos a la hora de comprar calzado nuevo para no sentir molestias y terminar desarrollando ciertas afecciones podales. Así que, la próxima vez que vayas a la zapatería, ¡tómate tu tiempo, fíjate en todos los aspectos que hemos enumerado previamente y cuida tus pies!

 
*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.


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