Si nos miramos la planta del pie, seguramente reconoceremos si nuestro pie es pie plano o cavo en función del arco plantar que tengamos (más conocido como «puente»), ya que estamos muy familiarizados con estos conceptos. Pero, ¿sabemos qué son los pies griegos, egipcios o polinesios? ¿Y si el podólogo nos dice que tenemos un pie pronador o supinador, le entendemos? En este artículo analizaremos los diferentes tipos de pies en base a tres criterios de clasificación, veremos qué implican cada uno de ellos, los problemas que pueden comportar y las soluciones que tenemos para aliviar las molestias.
Tabla de contenidos
Tipos de pie y patologías más frecuentes
Existen tres criterios de clasificación basados en distintos aspectos, como el apoyo del pie, la forma del arco plantar y la longitud de los dedos, tal como examinaremos a continuación:
- En función del apoyo del pie/tipo de pisada
Según la zona del pie dónde más nos apoyemos al caminar, distinguimos tres tipos de pies:
– Pie pronado: apoyo del peso en la zona interna del pie.
– Pie neutro: apoyo del peso en la zona central del pie.
– Pie supinado: apoyo del peso en la zona externa del pie.
- En función de la forma del arco del pie o arco plantar
Según la curvatura o arco del pie, éste se puede clasificar en dos tipos:
– Pie plano: pie en el que toda o casi toda la superficie de la planta tiene contacto con el suelo; prácticamente no existe arco plantar.
– Patologías asociadas: como el peso del cuerpo se carga más en el antepié, suele producirse pronación, hiperqueratosis (callosidades), sobre todo en la zona superior de los huesos metatarsianos centrales, que son los huesos situados debajo del segundo, tercer y cuarto dedo del pie) y juanetes.
– Pie cavo: pie que presenta un arco plantar más alto de lo habitual.
– Patologías asociadas: la altura del arco plantar provoca que la superficie de apoyo del pie sea mucho menor, de forma que se carga el peso corporal en las zonas anterior (metatarsos) y posterior del pie (talón). Esto se traduce frecuentemente en dolor en el antepié (metatarsalgia), en el talón (talalgia), helomas (callos) en la parte superior de dos huesos metatarsianos (el que está situado debajo del primer dedo del pie y del quinto dedo o dedo pequeño) o tilomas (callosidades) en el dorso de los dedos y dedos en garra (flexionados hacia dentro).
- En función de la longitud de los dedos
Si nos fijamos en la longitud de los dedos del pie, dividimos los pies en tres clases:
– Pie griego: pie en el cual el segundo dedo es el más largo, después sigue el primer dedo o dedo gordo. El tercero prácticamente mide lo mismo y el cuarto y el quinto dedo son más pequeños.
– Patologías asociadas: queratosis (callos) centrales, afectación de los huesos metatarsos y helomas (callos) en la parte carnosa del segundo dedo.
– Pie egipcio: pie en el que el primer dedo es el más largo y los otros le siguen por tamaño y orden decreciente.
– Patologías asociadas: este tipo de pie distribuye peor las cargas, ocasionando frecuentemente juanetes (el 80% aparecen en el pie egipcio) y onicocriptosis (uña negra o encarnada), que es una uña de aspecto ennegrecido a causa de un microtraumatismo repetido en esta zona del pie o de un golpe brusco.
– Pie polinesio o cuadrado: pie en el que casi todos los dedos son iguales y están a la misma altura.
– Patologías asociadas: afectación plantar y aparición de callos.
La combinación de ciertos tipos de pie puede aumentar el riesgo de sufrir ciertas patologías; por ejemplo, un pie egipcio, plano y con tendencia a la pronación presentará más posibilidades de desarrollar juanetes que un pie con otras características. Sin embargo, la morfología del pie no es el único factor que explica la aparición de una determinada patología podal. La genética, el peso, el calzado que utilicemos habitualmente y nuestra ocupación laboral, entre otros, también son elementos predisponentes a desarrollar dolencias en los pies.
Soluciones para las patologías podales
La mayoría de población española sufre algún tipo de problema en los pies; concretamente, un 70% de personas presentan alguna patología podal y el 80% de estas son mujeres. Lo mejor es, sin duda, adoptar medidas preventivas para evitar que aparezcan estas dolencias pero si, a pesar de ello, desarrollamos alguna patología existen varias soluciones para aliviar las molestias y evitar que el problema interfiera en nuestro día a día.
- queratosis (callosidades):
Si sufrimos queratosis de algún tipo, podemos usar varias soluciones en función de dónde se localiza el callo:
– En el nacimiento de los dedos: un protector separador.
– En la punta de los dedos: un dedil.
– En la parte superior del dedo o entre los dedos: un protector tubular.
– En la parte superior de los dedos en garra o martillo: ratoncitos subdigitales.
- hallux valgus (juanetes):
En caso de sufrir juanetes, también hay soluciones para aliviar las molestias de esta patología:
– Para reducir la fricción que el calzado ejerce sobre el hallux valgus: un protector de juanetes.
– Si ya tenemos desviación del primer metatarsiano y mantenemos su movilidad: un corrector de juanetes diurno nos permitirá aliviar el dolor tanto articular como por roce con el calzado mientras mantenemos la actividad y un corrector nocturno nos ayudará cuando descansemos.
Si, además, tenemos dolor en el antepié podemos usar un protector-corrector que nos ayude con ambos problemas.
- metatarsalgia (dolor en el antepié):
Si nuestro problema podal se localiza en el antepié y sufrimos metatarsalgia, lo más recomendable para aliviar el dolor será usar una almohadilla plantar en los zapatos, que nos ayudará a distribuir las presiones y a descargar esta zona
Si, además, también tenemos un juanete un corrector doble plantar nos aliviará las molestias de ambas patologías podales.
- rozaduras y ampollas:
- onicocriptosis (uñas negras):
Finalmente, para tratar las uñas negras o encarnadas, además de mantener una buena higiene podal, usar calcetines de calidad y un calzado adecuado a nuestra talla que no comprima los dedos, podemos usar dediles, que también evitan la formación de callos en la punta de los dedos y mitigan los dolores cuando ya han aparecido.
A modo de resumen, en este artículo hemos analizado los diferentes tipos de pies en base a tres criterios de clasificación: el apoyo del pie, que da lugar a los pies pronadores, neutros o supinadores; la forma del arco del pie o arco plantar (el llamado «puente»), según el cual hay pies planos o cavos, y la longitud de los dedos, que divide los pies en griegos, egipcios y polinesios o cuadrados. Cada tipo de pie presenta una tendencia a desarrollar unas patologías determinadas y la combinación de las distintas clases de pies puede aumentar el riesgo de sufrir ciertas dolencias. Sin embargo, otros factores como la genética, el peso, el calzado que utilicemos habitualmente y nuestra ocupación laboral también influyen en la aparición de problemas podales. Lo ideal es adoptar medidas preventivas para evitarlos pero si, a pesar de ello, desarrollamos alguna patología existen varias soluciones para aliviar las molestias. Así que no te lo pienses dos veces y párale los pies a las patologías podales: vale la pena porque te olvidarás del problema.
Fuentes:
Ayuso, Miguel. El Confidencial. (13.08.2015) El 70% de los españoles tiene problemas en los pies: así es cómo puedes evitarlos. Recuperado de https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-08-13/el-70-de-los-espanoles-tiene-problemas-en-los-pies-asi-es-como-puedes-evitarlos_964552/
Imágenes:
El blog de Esther Tê. (28.06.2012) ¿Cómo llamar a tu pie? Recuperado de https://estherte.wordpress.com/2012/06/28/como-llamar-a-tu-pie/
*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o Farmacéutico.